martes, 20 de octubre de 2009

INMORTAL

Mi existencia era tan simple hasta que él apareció en mi vida.., y solo hizo falta su presencia para que todo fuera eternamente perfecto.
Los minutos a su lado se me hacían insaciables, Valencia, nunca había tenido tanta grandeza como ahora, a su lado. Caminábamos incansablemente por callejuelas desconocidas y nos reíamos. Nos amábamos.
Soñábamos con ir a Madrid algún día y disfrutar de la ciudad viéndolo todo desde nuestro punto de vista, que era tan diferente al de los demás...
Era tan feliz, no pensaba en nada, no sentía nada más allá de lo que le rodeaba. Y no hubiese dudado ni un segundo en entregarme completamente a la voluntad del destino sabiendo que él estaba conmigo. Me había convertido en una soñadora.
En su habitación, en su cama, todo lo demás carecía de importancia. Nos deseábamos. Nos deseábamos hasta la saciedad, y nunca nos saciábamos. Sus manos firmes recorrían las curvas de mi cuerpo lentamente, acariciándome los senos y deslizándose poco a poco por cada rincón de mi piel, pasando por mis piernas hasta llegar a mi sexo, rozándolo discretamente con la yema de sus dedos, excitándolo con su lengua.
Placenteros escalofríos recorrían mi espalda erizándome la piel. La respiración se aceleraba y los ojos se nos cerraban dejando paso a la intensa estimulación de cada uno de nuestros sentidos. Entonces, los dos nos fundíamos en uno. Nuestros cuerpos se movían voluptuosamente al unísono, y nuestras mentes, tan místicamente unidas, hacían de esos momentos algo único. Nos olvidábamos del tiempo, nos impregnábamos de amor y lujuria llegando a un nivel metafísico, inalcanzable para los demás. Era mágico.
Alcanzábamos la cúspide del más intenso placer, nos mirábamos, sonreíamos y yo, me recogía entre sus brazos, me sentía protegida, me sentía inmortal.