domingo, 13 de noviembre de 2011

LE SABBAT


L’Aurore éclairait le bois obscur, sa forme reveillait éclaboussée
par des poussières légers de rosée, la brise humide nourrissait l'aube
en distillant la tranquillité lumineuse du sacré et le soleil blessait
les silhouettes somptueuses des arbres éternels. ¿Pourquoi etais-je là?
Je ne sais pas. Un énorme assoupissement envahissait mon corps
et la faim m’assaillait. Peut-être j’avais marché toute la nuit mais
je continuais à marcher, je n'allais nulle part. J'habillais ce vêtement
blanc. Le corps infantile s’insinuait sous le tissu translucide qui avait
été souillé par mon premier rouge, et mes cheveux tombaient sur
mon visage dans un vol sauvage, et je me sentais étrange à tout,
étrange à moi et à ce bois. Tout coulait doucement comme
une mélodie confuse, et je croyais nager avec elle dans l’ether abyssal
tandis que le rumeur d’une rivière prochaine possédait mes entendus.
Je me suis approchée, et là, le rouge de quelques fraises
à momentanement défait ma danse ,mon appétit se réveillait à nouveau.
j'ai mangé les fraises et j’ai bu de l’eau avec ce paisir que produit
une somnolence paisible. Je suis tombée là-même. De ce que j’ai rêvé,
(si c’est que je l’ai fait), je ne me rappelle pas. Quand je me suis
reveillée, j'ai compris que la nuit approchait et, avec elle, la peur
naissait à l'intérieur de moi. L'obscurité avait dévoré le bois. Qu'est-ce
que je pouvais faire ? j’ai fui,emportée par une peur atavique, en livrant
mes pas au hasard et ,par un caprice de la fortune, après ma course
épouvantable, j'ai aperçu la lumière de ce qui était un feu fastueux.
À ses pieds, une multitude de danseurs entonnaient un chant ensorcelé
qui éteignait ma peur et me rapprochait vers eux. Plongée dans le délire,
j'ai rendu lentement mon corps à la foule et j’ai cru danser pendant
une éternité.j'ai cessé d'être Moi pour devenir Vent. Notre danse
embrassait le ciel comme les langues du feu, les étoiles nous enviaient
et le lierre voulait arrêter nos pas jalouse que le temps il ne nous touchait
pas encore. Dans ma danse, j'ai compris abasourdie la beauté du feu
que nous adorions, ses mugissements ont crû jusqu'à me ravir complètement.
Jamais n’a vu le monde une colère flammigère comme celle-ci! Ses flammes
ne respectaient pas la nature même des couleurs, elles
semblaient changeantes à sa volonté. Cassés ses frontieres, d'entre elles
naissait une nouvelle souche de pigments. Et alors je l'ai vu, émergé
d’entre les flammes, si beau comme la nuit, pléthorique dans son orgueil,
ivre de perfidie , satisfait devant notre offrande. Lui, silhouette obscure
dotée des cornes, dansait en immolant sa langue aux cieux….

Ô mon cher Belzébuth, je t’adore!

jueves, 18 de agosto de 2011

.

Labios que me inducen trémulamente, que suavemente incitan a besar. Labios que se brindan próvidamente a tocar los mios con ambiciones. Labios que poseen locura, ternura, pasión y dulzura. Labios que recorren en la noche todos mis instintos. Labios que me muerden y me acarician, obsesión perpetua que me provoca. Dulce desenfreno, loca codicia.

lunes, 8 de marzo de 2010

MESALINA


Blancas columnas de mármol se erguían, infinitas, en la grandiosidad de aquélla sala falsamente revestida de pureza. Mesalina, recostada en su soberbia, rodeada de algodones, plumas y vino, observaba el deleite de las doscientas almas que allí se recreaban en el exceso. La melodía de las liras inundaba la sala y embriagaba los oídos de aquellos que sucumbían al abismo de la carne. Era el templo del placer y Mesalina, aquélla noche, la soberana.

El amanecer ahogó los resquicios de la inconsciencia, tan sólo una alma permanecía inquieta, turbando así el sueño de la emperatriz, que no tardó en reconocer aquellos ojos que la miraban.

-¿Qué te ocurre Junio? Tu mirada me inquieta.
-Nada, Mesalina.
-¡Contéstame necio! Nada que provenga de ti me enojaría salvo tu silencio.
-Mi señora, me recreaba en la visión de tu cuerpo, tan hermoso que solo revivirlo en el pensar basta para enardecer mi alma.
-Mientes, nadie se arroja a la pasión con una expresión como la que blandías cuando desperté. Te lo advierto, Junio, una mentira más y enterraré mi afecto hacia ti.
-Mesalina, te lo ruego, perdona mi falta, solo pensaba...
-¿Tan dura era tu reflexión que temes contármela?
-Te confieso... que al despertar te encontré rodeada de cuerpos, dormías con una tranquilidad que jamás encontré en otro ser humano, la blancura de tu piel era el apacible rumor de un arrollo perdido en la frondosidad del bosque. Tú, Mesalina, esta mañana me has regalado el más bucólico de mis amaneceres.
-Habla Junio¿qué ensombreció tu idilio?
-Mi señora, mi placer se quebró cuando el recuerdo de deleites carnales que anoche protagonizamos asaltó mi conciencia. Siento la angustia de la incontinencia de las pasiones.
-Junio, jamás vi error en nuestros actos, no aflijas a tu mente con semejantes reflexiones.
-Mesalina, el tormento me arropa y tú, sin embargo, eres ajena a este, mi dolor. Vives en la felicidad de tus actos, no sufres ante las injurias de aquellos que loba en lugar de Mesalina te nombran; ¡ramera, ramera! dicen sus labios y tú, te mofas de ellos encumbrando y añorando el estatus que te atribuyen, retando a todas las fulanas del imperio y recibiendo de ellas elogios y envidias. Inmortal placer de tu cuerpo, perpetuo sosiego de tu alma. Dime cómo callas las injurias de tu pueblo, dime como olvidas su odio y desprecio.
-Recuerda, Junio, en qué mundo vives, cuántos insignes hombres han amado indiscriminadamente a tantas muchachas como su ardor exigía, ¿y qué recibieron? Elogios o inocuos comentarios, mientras que nosotras, las mujeres, por el mismo comportamiento somos juzgadas de rameras, lujuriosas y depravadas, mi sexo ha sido el blanco del odio de los hombres. Pureza virginal, entrega matrimonial... estos han de ser los atributos de la mujer que ha quedado postrada a la falsa virtud, más propia de vestales que de mujeres libres, yo, en cambio, encuentro mi virtud en otro lugar, de otras fuentes emana mi felicidad.
-Yo siempre pensé, Mesalina, que el camino del sabio pasaba por la renuncia a lo
volátil y la vana felicidad de las pasiones, en pos de la eterna felicidad derivada del buen obrar.
-Tal vez pero, dime ¿qué puede haber de malo en nuestros besos, Junio?
-Te admiro, te deseo, ¡oh emperatriz mía! ¿cómo he de obrar? Dime tu que has acallado las voces del mundo y sólo atiendes a las leyes de tu fuero interno.
-Atiende a mis palabras, Junio, para la vida virtuosa, primero es necesario buscar en uno mismo, conocer lo que se es, en el interior de nuestra naturaleza existen verdades que claman por ser reconocidas, búscalas y forja lo que serás a partir de lo que eres. Cada cual a su virtud en virtud de cada cual, que ésta sea tu máxima. No ha de reconocer más ley tu razón salvo aquellas que la naturaleza en su infinita sabiduría puso en ti.

Tras escuchar a Mesalina, Junio quedó en silencio, venerando secretamente cada una de sus palabras. La amaba. Poco a poco se fue perdiendo en el vibrar de su voz, contemplando aquellos labios que no podrían ser de otra salvo de ella, dueña de sí misma y sacerdotisa de su propio credo, firme defensora de su pensamiento aunque éste no oscilara entre los parámetros de lo socialmente aceptado, segura ante la vida, estoica podría decirse, fuerte e inquebrantable, ante todo, mujer.

domingo, 8 de noviembre de 2009

...

Fragmentos minúsculos de cristal flotaban por la habitación como si la gravedad se hubiera desvanecido por completo, el y ella lo observaban con atención, desnudos sobre la cama, desnudos, porque la ropa les pesaba. Sentían que la prolongación de sus dedos aumentaba lentamente, que se hacían mas largos y finos, mas frágiles y delicados. Admiraban atentamente el humo esparcido por la habitación, que parecía pelearse con los pedacitos de cristal que aun flotaban. El espacio y el tiempo habían desaparecido completamente, mientras ellos, sumidos en el más inmenso éxtasis se tocaban, se olvidaban de respirar. No debían. Ahora toda su atención se había concentrado en el aire que aspiraban y expiraban y en el continuo latido de su corazón, cada vez mas grave, cada vez mas fuerte. Existía un océano entre sus bocas que se comprimía con cada aspiración y se expandía a cada expiración, ella había comprendido aquel inmenso mar , le resbalaba por todo su cuerpo como si fuera una pequeña porción de cabello que se rebela contra su naturaleza fija .ahora ella nadaba y nadaba siempre con grandes brazadas que agitaban el poderoso mar de neptuno,lo sentía ,fluía entre sus dientes, desembarcando en una isla , la mas carnal de todas cuantas había probado, y lo lamía y lo mordía, cada vez mas fuerte, sentía como la sangre resbalaba por sus labios, sentía aquella forma fálica dentro de su boca, entre sus dientes, en su poder.Él entendía lo que ella le proponía y no decía nada, la miraba y ella le miraba, y en aquel universo etéreo que habían creado se desvanecían lentamente, solos, siempre juntos.

martes, 20 de octubre de 2009

INMORTAL

Mi existencia era tan simple hasta que él apareció en mi vida.., y solo hizo falta su presencia para que todo fuera eternamente perfecto.
Los minutos a su lado se me hacían insaciables, Valencia, nunca había tenido tanta grandeza como ahora, a su lado. Caminábamos incansablemente por callejuelas desconocidas y nos reíamos. Nos amábamos.
Soñábamos con ir a Madrid algún día y disfrutar de la ciudad viéndolo todo desde nuestro punto de vista, que era tan diferente al de los demás...
Era tan feliz, no pensaba en nada, no sentía nada más allá de lo que le rodeaba. Y no hubiese dudado ni un segundo en entregarme completamente a la voluntad del destino sabiendo que él estaba conmigo. Me había convertido en una soñadora.
En su habitación, en su cama, todo lo demás carecía de importancia. Nos deseábamos. Nos deseábamos hasta la saciedad, y nunca nos saciábamos. Sus manos firmes recorrían las curvas de mi cuerpo lentamente, acariciándome los senos y deslizándose poco a poco por cada rincón de mi piel, pasando por mis piernas hasta llegar a mi sexo, rozándolo discretamente con la yema de sus dedos, excitándolo con su lengua.
Placenteros escalofríos recorrían mi espalda erizándome la piel. La respiración se aceleraba y los ojos se nos cerraban dejando paso a la intensa estimulación de cada uno de nuestros sentidos. Entonces, los dos nos fundíamos en uno. Nuestros cuerpos se movían voluptuosamente al unísono, y nuestras mentes, tan místicamente unidas, hacían de esos momentos algo único. Nos olvidábamos del tiempo, nos impregnábamos de amor y lujuria llegando a un nivel metafísico, inalcanzable para los demás. Era mágico.
Alcanzábamos la cúspide del más intenso placer, nos mirábamos, sonreíamos y yo, me recogía entre sus brazos, me sentía protegida, me sentía inmortal.